El sabor de la cuaresma
Dulce, color y mucha alegría es lo que irradia la Pascua año con año, celebración en que los niños de todas las edades esperan la llegada del domingo de Pascua para buscar fosforescentes huevos a lo largo y ancho de los hogares de la cultura anglosajona, sin duda una singular tradición que sucede durante la culminación de la temporada de Cuaresma y Semana Santa.
En la tradición judía, la pascua se celebra desde el año 1513 AC., para conmemorar la liberación de los judíos de la tierra de Egipto y en donde el pueblo hebreo acostumbraba comer el cordero de Pascua acompañado de lechugas amarga, además de que en los siete días posteriores al 14 de Nisán, sólo se comía pan sin levadura, llamado “ázimo” o “pan de aflicción”.
Tiempo después, en al año 33 DC., Jesús celebra la pascua judía, instaurando desde ese momento lo que se conoce como la Cena del Señor.
En el siglo II, algunas iglesias cristianas trasladaron la celebración de pascua al día domingo posterior a la festividad judía. Más tarde, el cordero fue sustituido por pequeños pasteles de carne de este animal, los cuales se les daba a los feligreses al finalizar la misa.
El mismo origen del símbolo de la resurrección lo representa la Pascua a través del emblemático huevo, un alimento de la canasta básica de muchos países y que cobra relevancia en esta época.
Por otro lado, la antigua cultura sajona, desde el siglo II D.C., celebraba el regreso de la primavera, con ofrendas de conejos vivos y huevos envueltos en una hoja dorada para la diosa de la primavera “Ostara”.
El nombre de esta diosa, en inglés antiguo “Eostre” derivó en la palabra “easter”, palabra inglesa de la pascua.
Es así que como consecuencia de las condiciones que rodeaban las aproximaciones de la Pascua, se comenzaron a utilizar estos símbolos, sufriendo a lo largo del tiempo, variadas transformaciones y extensiones en países como la Unión Soviética, Inglaterra y Estados Unidos.
En lo que refiere a la estética, la decoración de los huevos de Pascua también ha sido factor de evolución, sobretodo en sus colores clásicos como son el naranja, azul, amarillo o verde en patrón sólido que representan el florecimiento primaveral.
Sin embargo, desde los años 40 al igual que en sus llamativos colores, otras características como son las flores, rayas y cuadros, comenzaron a popularizarse en ya mencionados países.
Existen huevos tanto comestibles como decorativos y algo interesante es que la gente puede utilizar en éstos últimos desde pintura vegetal hasta colorantes naturales que tienen hojas de té, flores comestibles, café orgánico, verduras y frutas como betabel, zanahoria y todo con el fin de lograr el tono deseado.
En la actualidad, haciendo uso del chocolate pueden observarse maravillas artísticas que por su versatilidad y atracción para chicos y grandes, es considerado uno de los ingredientes principales de esta época.
El chocolate oscuro, al igual que el blanco, conforman escenas representativas de la cultura popular, como el conejo de Pascua pintando los tradicionales huevos o incluso jugando con ellos en los jardines.
Dichas creaciones se unen a algunas técnicas antiguas para decorar, como lo es el “Etched” que termina como un huevo hueco en cera de diversas tonalidades y que los chocolates oscuros incluyendo los de leche han imitado y vuelto típicos de estos días.
El estilo de huevo “Fabergé” es probablemente uno de los más famosos del imperio ruso del siglo XIX, pues era creado con oro, plata y piedras preciosas.
En nuestra época, podemos observar decoraciones de chocolate blanco con dulces confitados incrustados al huevo de chocolate y que representan esa tradición rusa.
Finalmente, los ucranianos, crearon la técnica “Krashanky”, que no es más que la coloración del huevo de pascua, en color rojo sangre, con el fin de unir y sincretizar la cultura sajona con la tradición cristiana.
Estos son algunos de los diseños y representaciones que han llegado a diversas naciones y que comienzan a filtrarse a nuestro país.
La razón por la que la Pascua, aun en esta época no ha sido considerada tan popular en México, es debido al fuerte arraigo de la Semana Santa y la falta de fuerza de las costumbres de países de habla inglesa en nuestra cultura.
Sin embargo, de cualquier modo tradicional o vanguardista, decorativo o útil, el huevo y el conejo de Pascua brindan al corazón de los pequeños, enorme belleza y delicia con sabor a chocolate.
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Autor: Ricardo Herrera Referencias: Sonia Iglesias y Cabrera, La semana Santa en México, con la muerte en la cruz, CONACULTA, 2002 Alicia Gironella y Giorgio De’Angelli, Larousse de la comida mexicana, 2007 Luis San Valentín, La cocina de las monjas, Editorial Alianza, 9ª reimpresión, 1997 Mariano Arévalo, El cocinero mexicano tomo II, editorial Altiplano, 1994 Sonia Iglesias y Cabrera, La semana Santa en México, con la muerte en la cruz, CONACULTA, 2002