De las expresiones posibles dentro del basto universo de la gastronomía, una de las que me parecen más creativas e inquietantes es la gastronomía o cocina molecular.
Utilizar el nitrógeno como instrumento de preparación hubiera parecido simplemente algo imposible para algunas generaciones, pero en la actualidad se generan platillos verdaderamente vistosos y de sabor casi celestial con ayuda de la química y sus procesos.
Para algunos que gustan de la buena cocina, les gusta definir a la gastronomía molecular como la creación de una obra de arte en cada platillo.
Me lo explicaron de la siguiente manera, visto del lado del comensal; antes de la gastronomía molecular el proceso de degustación de un platillo iba más enfocado a satisfacer el gusto y el apetito, es decir, una persona pedía un platillo por satisfacer una necesidad física como es la alimentación.
Aunque era muy importante que el platillo se viera y supiera bien, parecía que la cosa quedaba ahí, pero los chefs mas ambiciosos del mundo quisieron cruzar esta barrera y llegar a la satisfacción del resto de los sentidos y más allá, hacer de la comida una experiencia distinta a todo lo hasta ahora visto.
Los chefs que apuestan por la cocina molecular buscan a toda costa una experiencia gastronómica que no se equipare a lo convencional.
Buscan obtener por ejemplo en el mismo platillo diferentes tipos de texturas, puede ser una textura crocante de algo salado combinado con una espuma dulce de coco, buscan ingredientes, texturas y colores que logren explotar una fiesta de sabores no solo en el paladar sino en la mente de la persona sentada frente al mantel.
Los platillos más exóticos y extravagantes salen a colación cuando se habla de cocina molecular, si bien no es para todos los bolsillos, definitivamente se trata de una rama de la gastronomía que sí satisface las expectativas de la mayoría de las personas: vivir cosas diferentes.
Esta filosofía de vida, llevó a muchas personas otrora a esperar hasta 6 meses o más para sentarse en una de las mesas del restaurante Bulli, liderado por el chef español Ferran Adriá a quien se le atribuye el paternalismo de la cocina molecular.
Según dicen los que saben, vale la pena solicitar el menú de degustación del Chef una vez estando en un restaurante de este calibre, es obligatorio saber disfrutar la ocasión, la idea que permea en este tipo de ocasiones especiales es la de probar un poco de todo lo que ofrece la carta del restaurante para llevarse una experiencia integral de lo que implica la cocina molecular y saber dejarse guiar por la maestría del Chef.
Comer en un restaurante Michelin considerado en sus buenos tiempos como el mejor restaurante del mundo, debió haber sido una experiencia simplemente inolvidable.
Ahora este tipo de cocina está disponible en casi todos los países del orbe y es obligado para los amantes de la buena comida probar este tipo de platillos.
Basta con darse la oportunidad de aventurarse en estos terrenos que implican una nueva experiencia, una mente abierta y un espíritu de trotamundos innato para atreverse a ver una faz distinta de la gastronomía internacional.
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